Richard Isaacson es profesor asociado en el Departamento de Neurología de Weill Cornell Medicine en la ciudad de Nueva York. En 2013 fundó la primera clínica de prevención de la enfermedad de Alzheimer en los Estados Unidos y es uno de los principales defensores de la idea de que el deterioro cognitivo se puede prevenir o retrasar mediante intervenciones en el estilo de vida. Su comentario es el siguiente:
A lo largo de los años, la evolución de la evidencia ha ayudado a nuestra comprensión de si la vitamina D tiene algún efecto neuroprotector o terapéutico potencial cuando se trata de la enfermedad de Alzheimer. Durante ese tiempo, hemos aprendido más y más sobre la relación entre la vitamina D y otras afecciones neurológicas, como la esclerosis múltiple, y sus posibles efectos y mecanismos de protección. Pero desde una perspectiva clínica práctica, ¿cuál es la historia real con la prevención y el tratamiento de la vitamina D y el Alzheimer?
Cuando se observan los datos epidemiológicos, parece que la vitamina D potencialmente tiene un efecto protector cuando se trata de la enfermedad de Alzheimer. ¿Eso significa que la vitamina D debe utilizarse cuando se trata de reducir el riesgo de Alzheime? Bueno, eso depende. Si el nivel de vitamina D de una persona es 25 (nmol / L), 20 o inferior, entonces tal vez tenga sentido práctico que, como mínimo, intentemos alcanzar un nivel de vitamina D superior a 30. Sin embargo, un importante estudio de 2014 en la revista Neurology [https://reference.medscape.com/medline/abstract/25098535] que investiga el nivel objetivo óptimo para la vitamina D sugiere que apuntar hacia 50 nmol / L puede tener un mejor efecto terapéutico cuando se trata de prevención y reducción del riesgo de demencia.
¿Qué pasa con el tratamiento? ¿Deberían los pacientes que ya han sido diagnosticados con la enfermedad de Alzheimer recibir suplementos de vitamina D? Nuevamente, esto puede no ser de estandarizable. Puede ser que necesitemos considerar niveles, o que diferentes personas con diferentes genes necesiten diferentes terapias.
Un estudio reciente [https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/31296588] de China sugiere que en realidad puede haber un papel para la suplementación con vitamina D en esta área. Los investigadores asignaron al azar a 210 personas (105 en cada brazo) con enfermedad de Alzheimer a 800 UI / día de vitamina D o placebo durante 12 meses. Analizaron no solo los posibles efectos beneficiosos de la suplementación con vitamina D en la función cognitiva, sino también su impacto en los biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer como la beta amiloide. Aunque el estudio fue pequeño y se realizó en un solo centro, no obstante fue positivo al demostrar que la suplementación con vitamina D no solo mejoró varias medidas de la función cognitiva en personas ya diagnosticadas con las primeras fases del Alzheimer, sino que también tuvo un impacto positivo en el Alzheimer.
La pregunta es, ¿la vitamina D tuvo realmente un efecto beneficioso modificante de la enfermedad o potencialmente beneficioso sobre la fisiopatología de la enfermedad?
Aunque definitivamente se necesitan más estudios, la vitamina D es una intervención relativamente segura. Tenemos que darnos cuenta de que 800 UI no es una dosis súper alta. Sin embargo, se han investigado varias dosis y formas de vitamina D en otros estudios, y todavía no tenemos todas las respuestas.
En conclusión, diría que la vitamina D es generalmente segura y que también es potencialmente efectiva. Cuando se trata de la reducción de riesgos, así como para el tratamiento de pacientes con enfermedad de Alzheimer temprana, la vitamina D podría ser uno de nuestros nuevos paradigmas terapéuticos.