Este trabajo ayuda a comprender los riesgos y considerar alternativas terapéuticas, especialmente en pacientes de alto riesgo.
Como grupo, los trastornos de ansiedad son la enfermedad mental más común en los Estados Unidos y afectan a 40 millones de adultos. Hay casi un 30% de prevalencia vitalicia de trastornos de ansiedad en la población general.
Los trastornos de ansiedad, según la versión 5 del Diagnóstico de Salud Mental (DSM-5), incluyen trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de ansiedad social (fobia social), trastorno de pánico, trastorno específico de fobia y trastorno de ansiedad por separación. Aunque la versión anterior del DSM (DSM-IV-TR) también incluyó el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el trastorno de estrés postraumático (TEPT) como trastornos de ansiedad, estos diagnósticos se reclasificaron en el DSM-5. La ansiedad también es un síntoma frecuente de muchos otros trastornos psiquiátricos, especialmente el trastorno depresivo mayor.
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Durante muchos años, las benzodiazepinas han sido un pilar en el tratamiento de la ansiedad. Funcionan mejorando el efecto del ácido γ-aminobutírico (GABA) por modulación alostérica positiva del receptor GABA A, que disminuye la excitabilidad neuronal y produce un efecto calmante.
La mayoría de las benzodiazepinas tienen un inicio de acción rápido, pero su duración de acción varía. Las benzodiazepinas también se usan para tratar varias afecciones no psiquiátricas.
Aunque las benzodiazepinas tienen muchos usos potenciales, también conllevan riesgos que los prescriptores deberían reconocer. Este artículo revisa algunos de los riesgos del uso de benzodiazepinas, identifica a los pacientes con mayor riesgo de efectos adversos y presenta un enfoque práctico para la prescripción de estos medicamentos.