Un estudio sugiere que los adultos mayores no tienen menos necesidad de sueño, sino una menor capacidad para generarlo.
Una revisión reciente de la literatura científica publicada en Neuron ha revelado que los adultos mayores pierden la capacidad de generar un sueño profundo y reparador. Además, el precio por el sueño perdido es tanto mental como físico.
"El sueño cambia con el envejecimiento, pero no sólo cambia con el envejecimiento, sino que también puede empezar a explicar el envejecimiento en sí --subraya el coautor de la revisión, Matthew Walker, que dirige el Laboratorio de Sueño y Neuroimagen en la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos--. Cada una de las principales enfermedades que nos está matando en las naciones del primer mundo, desde la diabetes hasta la obesidad, la enfermedad de Alzheimer y el cáncer, tiene ahora una fuerte relación causal con la falta de sueño".
La pérdida del sueño de los adultos mayores no se debe a un horario ocupado o que simplemente necesitan menos sueño. A medida que el cerebro envejece, las neuronas y los circuitos en las áreas que regulan el sueño se degradan lentamente, resultando en una menor cantidad de sueño lento o no REM (siglas que corresponden a 'rapid eye movements' o movimientos oculares rápidos), que desempeña un papel clave en el mantenimiento de la memoria y la cognición.
"Hay un debate en la literatura sobre si los adultos mayores necesitan menos sueño, o más bien, los adultos mayores no pueden generar el sueño que necesitan, pero discutimos este debate en detalle en la revisión --apunta Walker--. La evidencia parece apuntar a que los adultos mayores no tienen menos necesidad de sueño, sino menor capacidad para generarlo".
El envejecimiento conduce a la disminución en casi todas las medidas que los científicos aplican al sueño. "La duración del sueño --la cantidad de tiempo que una persona duerme-- disminuye a medida que se envejece", dice el coautor del estudio, Bryce Mander, de la Universidad de California en Berkeley. "El sueño se vuelve más fragmentado a medida que se envejece, el tiempo que pasa en cada etapa del sueño y la cantidad de tiempo que pasa en las etapas más profundas, en particular el sueño profundo no REM, se reduce drásticamente a medida que se cumplen años. Incluso, pasar de una etapa a otra se vuelve menos predecible y más desorganizado".
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Este problema ha permanecido mucho tiempo en el ámbito de la investigación del sueño. Los adultos mayores raramente reportan sentirse somnolientos o privados de sueño en las encuestas, pero eso puede ser porque sus cerebros están acostumbrados a ser privados de sueño todos los días. Cuando los investigadores buscan marcadores químicos de la privación del sueño, los adultos mayores tienen muchos y cuando los investigadores miden las ondas cerebrales de los adultos mayores, a menudo encuentran que los patrones eléctricos clave en los cerebros durmientes, como "ondas lentas" y "husos de sueño", están interrumpidos.
Cambio importante en la edad madura
Tal vez incluso más angustiante es que los cambios en la calidad del sueño empiezan mucho antes de que las personas noten que están cambiando a un horario de acostarse antes para levantarse más pronto o se están despertando en medio de la noche con más frecuencia. La pérdida de sueño profundo comienza a mediados de los 30 años. "Es particularmente dramático en la edad temprana cuando empieza a suceder --dice Mander--. La diferencia entre adultos jóvenes y adultos de mediana edad es mayor que la diferencia entre los adultos de mediana edad y los adultos mayores, así que parece que hay un cambio bastante grande en la edad madura, que continúa a medida que envejecemos".
Otro hallazgo sorprendente que los autores abordan es la resiliencia del sueño REM (sueño de movimiento rápido de los ojos), donde se producen los sueños. "Cae, pero no es tan dramático como la disminución en el sueño profundo no REM --detalla Walker--. Entonces, se plante la pregunta sobre por qué el sueño profundo no REM es más vulnerable".
Los autores hacen hincapié en que existe una variabilidad entre los individuos cuando se trata de la pérdida del sueño. Las mujeres parecen experimentar mucho menos deterioro en el sueño profundo no REM que los hombres, a pesar de que los cambios en el sueño REM son casi los mismos en esos dos géneros. Un deterioro del sueño más rápido que el promedio también puede ser un factor de riesgo clave para enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y la demencia.
Lamentablemente, actualmente no hay muchas opciones de tratamiento para las personas que están preocupadas por la pérdida de sueño profundo. Siguen siendo útiles consejos estándar de "higiene del sueño" como no beber café a última hora de la tarde, evitar el consumo de drogas que interrumpen el sueño, como el alcohol, y mantener un horario regular de sueño. Sin embargo, ninguna de estas medidas detendrá el proceso. Las píldoras para dormir son más comunes entre las personas mayores, pero sedan el cerebro en lugar de restaurar los patrones de sueño juvenil.
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"El declive del sueño es uno de los cambios fisiológicos más dramáticos que se producen a medida que envejecemos, pero ese cambio demostrable no es parte del debate sobre salud hoy en día -lamenta Walker--. Tenemos que reconocer la contribución causal de la interrupción del sueño en el deterioro físico y mental que subyace en el envejecimiento y la demencia. Debe prestarse más atención al diagnóstico y al tratamiento de trastornos del sueño si vamos a extender la salud y no sólo la vida".
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